Por SILVINA GARCIA SEGURA, Directora General de Bienestar Universitario (UNLC)-.

El mundo está enfrentando un cambio de paradigma que hará que se modifiquen valores y prioridades; aún no sabemos bien como será nuestra cotidianidad cuando el COVID-19 ya no represente un peligro para nuestras vidas y la de nuestros seres queridos, pero sí sabemos algo: la salud y la vida se encuentran en el primer plano de esas prioridades.

Estilo de vida

Las decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana afectan de manera positiva o negativa nuestra salud. La falta de actividad física es un factor de riesgo importantísimo para el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) que lamentablemente se viene incrementando, por lo cual la OMS viene fomentando diferentes estrategias para reducir esta tendencia:

-El Plan de Acción Mundial para la Prevención y el Control de las ENT 2013-2020 en el que hace un llamamiento a reducir en un 10 por ciento la inactividad física para el 2025 en contribución para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

-El Plan de Acción Mundial sobre Actividad Física 2018-2030 “Más personas activas para un mundo más sano” para asegurar que todas las personas puedan mantenerse físicamente activas como un medio para mejorar la salud individual y comunitaria y contribuir al desarrollo social cultural y económico de las naciones.

La interacción del ser humano con el mundo que lo rodea, requiere del movimiento. Nuestro organismo está diseñado para moverse, recorrer distancias, hacer fuerza. Así ha sido desde el principio de los tiempos, de otro modo sería “disfuncional”. Permanecer mucho tiempo sentado/a o acostado/a está relacionado con un metabolismo anormal de la glucosa y morbilidad cardiometabólica. Tomarse algunos minutos para pararse, caminar o subir alguna escalera por períodos cortos (pausas activas) colabora con aumentar gradualmente la tasa metabólica a niveles recomendados para una salud óptima.

Un nivel adecuado de actividad física incrementa nuestro sistema inmunitario, mejora la función muscular y la salud ósea y reduce el riesgo de padecer enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares y respiratorias y algunos tipos de cáncer. En el grupo de edad de los adultos mayores de 65 años, también previene el deterioro cognitivo y la fragilidad y el riesgo de caídas.

Lamentablemente, a pesar de conocerse estos beneficios, más de la mitad de la población, realiza actividad física insuficiente o nula. La urbanización y la tecnología han creado un contexto que desalienta el movimiento.

En el año 2015 y siguiendo las diferentes normativas que se han adoptado a nivel internacional desde la OMS (mencionadas anteriormente), se aprobó en Argentina, la ley 27197 cuyo objetivo es promover la salud mediante la actividad física “con una mirada holística en el marco de las políticas públicas sobre prevención y control de enfermedades crónicas no transmisibles y todas aquellas que ayuden al bienestar total de la persona”.

En el marco de la ley se define a la actividad física como “toda práctica corporal resultante de contracción muscular que incrementa el gasto energético por encima de los niveles de reposo, ya sea en actividades laborales, de transporte o en el tiempo libre de la persona, en el ejercicio físico o el deporte”.

Esta ley pretende desalentar las conductas sedentarias que son un riesgo para la salud integral y promover mayor conocimiento sobre el beneficio de un estilo de vida activo para lograr una óptima calidad de vida. 

Preservar la salud y el bienestar

En épocas de pandemia COVID-19 hemos tomado conciencia sobre un sector de la población que es más vulnerable a desarrollar mayor gravedad en caso de adquirir la enfermedad (además de los adultos mayores), que son aquellos con condiciones crónicas de salud así como quienes se encuentran inmunodeprimidos.

Por todo ello durante este aislamiento transitorio y en la esperada vuelta a la normalidad, es fundamental diseñar una vida con hábitos saludables en donde incorporemos también, una nutrición adecuada que nos mantenga alejados/as de la enfermedad.

Tenemos pánico de contagiarnos de este virus, pero no vivimos con el mismo temor la posibilidad de contraer otras enfermedades y condiciones orgánicas y mentales que nos alejen de una vida sana y digna. Quizás en este 2020 logremos tomar conciencia que de nuestra salud nos debemos ocupar nosotros y controlarla nuestros médicos de cabecera.

Cuando nos ocupamos de nuestra enfermedad, ya llegamos tarde. La prevención es fundamental. En esta situación aprendimos a desinfectar, a asearnos frecuentemente y a quedarnos en casa.

Es tiempo de asumir mayor responsabilidad y comenzar a incorporar hábitos saludables!